viernes, 3 de enero de 2014

MAHOMA Y EL CRISTIANO


Hay otro "hadit", dicho, del profeta que dice: "Dios mío, hazme vivir pobremente, morir pobremente y resucitar el día del juicio entre los pobres" Y otro: "Mí servidor estaba enfermo, reprocha Dios, y tú no lo visitaste, ¿no sabías tú que su curación era mi curación y que su pena era mi pena? Interesarse por su salud, manifestar la afección, es interesarse por mi salud y manifestarme afección". Parecen palabras sacadas de Mateo. Y este otro: "Arrojará Dios de su pensamiento a la población de una ciudad de la que se encuentre hambriento uno sólo de sus habitantes. No es de los nuestros quien duerme harto mientras que su vecino está hambriento". Esa historia de la mano cortada es algo que los políticos emplean porque les interesa, pero no la toman en su sentido profundo. El primer califa nombró un día un gobernador y éste, deseoso de hacerlo bien y de ganar aprecio, dijo: "Yo señor, gran califa, al que en mi provincia roba le corto la mano". El califa cerró los ojos y se quedó pensativo, y abriéndolos un poco le dijo: "Muy bien, pero ¡ten cuidado, que ese que roba no robe porque no tiene qué comer! Tu misión de gobernante es hacer que todos coman y si uno tiene que robar porque no come y encima le cortas la mano..."
Es decir, el Corán está lleno de textos en este sentido. Tengo un alumno en Comillas que ha leído el Corán y sacado todos los que hablan del prójimo, y ha hecho una tesina. Habría que hablar mucho de este Dios parcial y que Mahoma repite. Para las mujeres que están aquí les brindo esto, porque dicen tantas cosas negati
vas de Mahoma en este sentido...: "No hagas llorar a una mujer, sus lágrimas las cuenta Dios" Dios, como un rosario de infinita ternura, va contando una a una las lágrimas que injustamente hacen sufrir a la mujer.  
MOVIMIENTO: Empleo esta palabra porque no hay otra para expresar esta quinta pincelada. El Islam fue un movimiento revolucionario, como lo fue también el cristianismo. Y le pasó lo mismo que a todos: cuando se amortigua y destapa a escala mundial, pierde el espíritu y se convierte en una religión. A Mahoma le siguen un puñado de fieles, y este movimiento de hombres puesto en marcha por la predicación de Mahoma, que recuerda la sumisión total a Dios y la solidaridad y justicia con los más pobres, se presenta ante la sociedad clasista y materialista de La Meca y Arabia, como revolucionario. Se caracteriza desde su nacimiento por una ruptura crítica que dejará una huella decisiva en la comunidad nueva que se crea. La revelación hecha a Mahoma implicará una puesta en tela de juicio del estatuto social y religioso, es decir, el lazo tribal y de sangre que da cohesión a esa sociedad, será sustituido por la fraternidad en la fe, en una consanguinidad en la fe, sin distinción de raza, color o poder. Ahí hay un aire de universalidad que impregna el recuerdo religioso de Mahoma. Al mismo tiempo, ese estatuto de fraternidad entre los miembros que aceptan el rendimiento a Dios, pone en tela de juicio a la sociedad clasista e injusta de La Meca, suscitando la oposición sin tregua de las grandes familias mequenses, que veían un peligro muy serio para sus intereses que estaban ubicados alrededor de la Meca. Pusieron precio a la cabeza de Mahoma y no lo mataron cuando ya huía porque se escondió y los despistó. Aquí tenemos un paralelismo con Jesús: en el fondo los dos eran herederos de la revelación del A. T. y los dos toman posturas ante ella. Este movimiento revolucionario, esta lucha contra la opresión religiosa va a traer consecuencias permanentes en el Islam, la más característica el iconoclastismo, el rechazo de los ídolos. Esto es algo vísceral, el rechazo de las imágenes fabricadas sobre las que se centra la adoración de los fieles, y más generalmente la desconfianza respecto a toda presentación religiosa. De aquí nace el hecho de que en la mezquita no haya imágenes. Cuando Mahoma volvió triunfante de Medina y ocupó La Meca, entró en la Kaabah y quitó todos los ídolos, salvo -algo además curioso- a Jesús y María. Otra consecuencia de este origen revolucionario será la prioridad de lo ético sobre lo cultural y su concomitante, el clero, la jerarquía y la puesta en tela de juicio potencial de los poderes establecidos en nombre de los valores de justicia y de pureza. El Islam no admite intermediarios, jerarquías, gente que se dedique a hurgar la conciencia de los demás, porque Dios es el absoluto y el hombre el que libremente se somete a él. De un manotazo termina con todo lo que es clero, jerarquías, instituciones y demás. Después caerán también en la tentación, y aparecerán los Ayatollah, los Ulemas... Esta preocupación ética tiene además una dimensión social y colectiva que no limita su perspectiva a una salvación individual y sólo en el más allá; la primera comunidad será perseguida y los musulmanes serán perseguidos como lo fueron los cristianos, porque pervertían el orden establecido. Tienen que huir y lo hacen a Etiopía precisamente porque el Negus era cristiano; finalmente tiene que hacer la gran Hégira con todo su pueblo, como otro Moisés. Decía Mahoma que la búsqueda de Dios es una expatriación; Abraham también había recibido la misma orden: sal de tu tierra y vete. Buscar a Dios es expatriarse; estar seguro de haber encontrado a Dios es estar siempre en camino. En Medina, Mahoma se siente responsable de la comunidad que le ha seguido y llamado a organizarla; anuncia, convoca, crea la comunidad, pero lo hace sin protagonismo de ninguna clase; por eso los musulmanes se sentirán ofendidos en su más honda entraña si se les llama mahometanos y a su movimiento religioso mahometismo. Esto hay que decirlo, porque podemos hacer daño sin darnos cuenta; es como prostituir lo más auténtico de su mensaje que recibe, sola y exclusivamente, en la sumisión radical a Dios; no siguen a Mahoma, no son seguidores suyos como lo son los budistas de Buda o los cristianos de Cristo. Siguen única y exclusivamente a Dios. Es una comunidad que no nace del espíritu de clan que desde los tiempos más remotos había regido y sostenido las relaciones de las tribus beduinas entre sí. El Corán lo dice con infinita ternura: "Cuando erais enemigos, la gracia de Dios reconcilió vuestros corazones y os transformó en hermanos". Por eso el hombre nuevo de esa comunidad, sacará sus derechos o deberes, no del grupo del que forma parte, sino de su calidad de creyente. "Los negocios pueden convertirse en verdadera tentación, dice el Corán, o en enemigo si no se le sabe anteponer a Díos" La palabra árabe para designar a esta comunidad nueva es todo un símbolo de lo que quiere ser: "Umma", fuente, principio, prototipo y madre. La "Umma" será el seno materno donde los creyentes nacen a la nueva fraternidad. En esta comunidad única, al menos en su intención primera, nadie será extraño, pues todos son hermanos nacidos del mismo vientre, de la misma fe. Tampoco nadie será más que nadie; ante el Único todos son iguales; ésta es una de las razones por las que los españoles se convirtieron tan rápidamente al Islam, una de las razones por las que el Islam progresó tan rápidamente en la península: había zonas en Murcia y Alicante en las que había esclavos, y en cuanto uno se hacía musulmán ya no podía ser esclavo de nadie; un musulmán no puede tener a otro musulmán de esclavo, porque son hermanos; puede tener a otros que no sean musulmanes... ahí está la laguna de la historia. El Islam crea una igualdad que se vive dentro de la comunidad, y es real; incluso el gran signo en la peregrinación a La Meca, es que allí van todos vestidos igual, con un traje blanco, reyes, sabios, intelectuales, pobres... todos iguales ante Dios. Tampoco hay ornato para los cementerios, son enterrados en una sábana; no hay mausoleos. Nadie en la comunidad tendrá privilegios ni función de intermediario respecto a los demás, todos son laicos, seglares, en el sentido más literal de la palabra. Hablaba yo con un intelectual marroquí y le decía: "Mira cómo grita el Papa ante todo lo que está pasando en el mundo... ¿qué hacen los sabios y las autoridades musulmanas?" Y me respondió: "En Islam no tenemos autoridades". De hecho las tienen, ¡claro!. Tampoco tienen un magisterio espiritual; propiamente dicho, el sabio espiritual como el almuédano o el iman, son tan laicos como cualquier creyente, son simples funcionarios. El Islam ignora teóricamente la jerarquía, es anticlerical por naturaleza. Esta comunidad que crea Mahoma es teocrática, o más exactamente logocrática, el Corán es una palabra, es la ley a la que debe referirse todo valor humano y creado. De hecho sin embargo se reconoce tácitamente una jerarquía en los hombres de religión. En el Islam nadie puede meterse, interferir, en la conciencia personal de un musulmán. Recuerdo que en un congreso, invitado por el gobierno argelino hubo un profesor egipcio, que estuvo exponiendo su tesis sobre el eterno problema del Islam hoy día, cómo compaginar la autenticidad y la modernidad. Terminó, su exposición y la gente se levantó para pedir aclaraciones, oponerse... y un alto Ulema marroquí, elegante, guapísimo, le fue criticando y terminó diciéndole: "Después de todo esto que he dicho me pregunto si este señor puede seguir llamándose musulmán" El profesor egipcio se levantó después de haber respondido a todas las preguntas y le dijo: "Tú eres musulmán, yo también lo soy; tú debes corregirme, yo también a ti; pero no te interfieras entre mi conciencia y yo". Finalmente, esa comunidad se siente instintivamente abierta al reclutamiento universal. Resumiendo esta idea de la comunidad, el Islam quiso ser -también el cristianismo "quiso ser"-, no una religión nueva, sino el recuerdo de lo de siempre; no una doctrina, sino una actitud nueva. El Islam no es una doctrina, sino una actitud, un talante nuevo de rendición incondicional a Dios, como lo hizo Abraham, la gran obsesión del Islam. El Dios del Islam no es algo que se explica sino alguien que implica. No es un sistema religioso de poder, sino una comunidad de hermanos iguales, plenamente laicos o seglares, regidos por la voluntad de Dios. No es un grupo de puros, sectario y fanático, y hay que decirlo: yo les predico el Islam a los musulmanes y les digo: ¡Vuelvan a las fuentes, llénense de ese espíritu! Prefiero un buen musulmán a un mal cristiano. Lo importante en la vida, y lo digo como misionero, es que todos, musulmanes, budistas, judíos y cristianos nos convirtamos de verdad, de una vez por todas, a Dios, porque una cosa es "convertirnos a Dios" y otra "cambiar de religión". Los caminos importan menos, porque llevan todos al mismo sitio. El misionero que sólo se preocupa de convertir a la gente cambiándola de religión no es nada más que un funcionario de la religión, lo mismo que puedo serlo de un partido. Si estamos convertidos a Dios ya no nos entretendremos en hacernos guerras, en maldecirnos, en ir buscando lo negativo del otro. El Islam no contiene, en absoluto un sistema detallado de sociedad que los fundamentalistas quieren implantar, volviendo a no sé dónde; también nosotros tenemos esa tentación, pero la historia no se repite, no hay modelos. El Islam se limita a algunos principios generales, pero de los que no se puede sacar un código detallado, menos aún aplicable a todo tiempo y lugar. Gracias a Dios actualmente los teólogos musulmanes, los pensadores, hablan ya con un lenguaje y una problemática nueva. Se juegan mucho, porque es una sociedad donde no hay libertad, no por el Islam, sino porque los hombres del Islam y los poderosos se sirven de él como se han servido del cristianismo los poderosos de otros tiempos. En el fondo la libertad que hoy tenemos no ha sido por una conversión del cristianismo, sino porque la sociedad se ha secularizado. Yo puedo hablar hoy, no digo como quiero, sino como creo que puedo hacerlo, no porque la Iglesia me haya dado derechos, sino porque la Iglesia no tiene derecho ahora sobre mí en ese plano. El poder ejecutivo no lo tiene ya más que el Estado, ¿es malo, es bueno? Noy a entrar yo en eso.

Yo no quiero hacer aquí la apología del Islam, ni tampoco denigrar el cristianismo, porque si no ya me hubiese ido. Creo que estamos poniendo las cosas en su sitio y al hablar bien del Islam no hago más que cumplir algo que dice el Evangelio: "Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros". A mí me duele mucho cuando hablan mal del cristianismo falsamente; que hablen de nuestros fallos, que yo soy el primero en decirlos, pero por qué olvidar cuando nos referimos a otras religiones, sobre todo al Islam, ese consejo tan evangélico y tan verdadero, "trata a los demás, mira a los demás, encaríñate con los demás, como quieras que los demás te traten, te juzguen, se encariñen contigo". Eso es lo cristiano. Y frente a ese Islam no tenemos que asustarnos, debemos tener una mirada como la tiene Dios que hace salir su sol sobre buenos y menos buenos, pero todos hijos; tengamos esa compasión que decía Tony de Mello. El corazón cristiano está casi sin estrenar frente al Islam. ¿A quién se lo ocurriría coger a un apóstol de Cristo, que no predicó más que el amor, y que fue capaz de amar hasta al enemigo, subirlo a caballo, aunque fuese blanco, ponerle una espada en las manos y enviarlo como si fuera un deporte religioso, a cortar cabezas de moros? ¡Y tenemos nuestras Iglesias y Catedrales llenae Santiago matamoros!

Termino con un texto de ese gran español, murciano, universal, lbn Arabi del siglo XIII (1165-1241), que también sufrió la persecución de los sabios. Lo que dice creo que vale como programa, como bandera de lo que tenemos que hacer todos, y yo lo pondría en todas las facultades y aulas de Teología, en el Santo Oficio... "Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo si su religión no era como la mía. Ahora, mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas las formas religiosas, es pradera de las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y Kaabah de peregrinos, tablas de la ley y pliegos del Corán, porque profeso la religión del amor y voy a donde quiera que vaya su cabalgadura, pues el amor es mi credo y mi fe ". Son las dos etapas que creo que tenemos que recorrer todos. ¡Ojalá lo hagamos!